© Joan Guerrero
Me habían preguntado, más de una vez, cuál era la fotografía más querida de las que había hecho en mi vida profesional, y siempre salía con alegatos de no saber contestar. No tenia claro si algún dia la conseguiría, posiblemente no llegué a pensar. Justo cuando estaba a punto de cumplir los 60 años, marzo del 2000, me encontraba en el El Salvador cerca del lugar donde habían asesinado al obispo Romero. Vi un grupo de gente sencilla alrededor de un altar improvisado, que entre cantos y violines se daban la mano. Hubo un momento de silencio cuando descubrí al viejo guanaco, como le dijo luego nuestro querido Pedro Casaldàliga. Allí estaba esperándome. Él, con su cansada mirada de cristo agonizante mirando hacia sus adentros sin ver en su mirada. En el preciso momento de hacer el click me di cuenta que por fin tenía mi fotografía. Allí estaba la grandeza y dignidad que tanto busqué, sin saber la forma aunque sí el fondo.